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miércoles, 6 de abril de 2011

Fiebre alta con Bieber

Justin Bieber será un ídolo 2.0, pero su propuesta musical, su noción de espectáculo y las reacciones que despierta en sus fans siguen siendo genuinamente 1.0. Pasiones desbocadas a la clásica usanza, anoche en el Palau Sant Jordi. Aullidos que daban señal en la escala Richter, caras con corazones pintados y miles de promesas de amor eterno. Un repertorio de pop bubblegum manejable, con un poco de gimnasia r&b y algunas baladas. Y un ídolo sobrevenido, a medio hacer, cuya falta de cocción es, seguramente, el gancho más irresistible para sus admiradoras.

Sí, en femenino: desde los lejanos shows de Backstreet Boys no se veía un quórum de género tan rotundo. Niñas de todos los tamaños y un buen número de madres (los padres se decantaron por el Barça). Un público que, como un solo hombre, perdón, una sola fan, elevó hasta las alturas el estribillo de Love me, la primera canción (prestado, por cierto, de Lovefool, de The Cardigans).

'SHOW' CON CORAZÓN / Bieber es, con 17 años, naturalmente primerizo en los montajes pop, y el despliegue escénico fue discreto. No había ni pasarela, siempre tan útil para que el ídolo pasee estrechando manos de fans mientras canta «os querré siempre». Aunque esa función correspondió a una pequeña estructura metálica con forma de corazón con la que Bieber, provisto de una guitarra acústica, sobrevoló la pista del Sant Jordi cantando Never let you go.

De acuerdo, pedirle a la criatura un derroche de carisma sería excesivo. ¿Cómo cantaban y se movían, a los 17 años, las actuales estrellas consagradas del pop? Bieber ha visto muchos vídeos de Michael Jackson (suyas fueron todas las canciones que sonaron antes de la actuación como música ambiental) y los ingredientes del show; bailarines, dinámicas escenas, trato con el público, remitieron a Madonna, Backstreet Boys, Britney Spears...

Planteó pocas aportaciones propias, pero fue ágil y tuvo pocos momentos muertos, que ya es mucho. El centro era Bieber, y primó el factor emotivo sobre el montaje. Hubo ovacionados montaje de vídeos caseros de la estrella, y canciones como One less lonely girl, Somebody to love y Never say never se sucedieron como trailers de comedias musicales ligeras, sin aburrir ni empalagar.

A la dialéctica justiniana le irían bien algunas clases de refuerzo: no salió de los universales «veo chicas bonitas por aquí» y «sois las mejores fans del mundo» (frase que, juran algunos, también dijo en Madrid, sílaba por sílaba). Pero, en fin, el espumoso y, casi siempre, efímero mundo del ídolo teeenager es así.

Tras un baladón épico, That should be me, Bieber homenajeó a Michael Jackson con Wanna be startin' something (y pasos de baile moonwalk), que fundió con un fragmento de Walk this way, de Aerosmith. De ahí, a las últimas salvas de la noche, Down to earth y Baby. Esta la cantó con una camiseta del Barça puesta en cuyo dorsal se leía «Justin». Piqué acababa de marcar el tercero. Final triunfal.

Fuente: ElPeriodico

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